El domingo pasado pasamos el día en el zoo. Puedo decir que ha sido uno de los días más bonitos que hemos pasado en familia desde que Adriana nació. No sólo por el día en el zoo, sino por cómo lo gestionamos 😉 ¿Quieres algunos consejos para que la excursión no se convierta en una pesadilla?
Un regalo acertado
Lo primero que quiero contarte, es que la visita al zoo fue el regalo de su cumpleaños. Después del fracaso del primer año en el que le regalamos un juguete al que no ha hecho ningún caso, hemos decidido que por su cumpleaños no le vamos a regalar objetos, sino experiencias, y visto lo visto, parece que hemos acertado, iremos viendo con los años, pero te recomiendo que contemples la posibilidad para el próximo cumple de tus criaturas 😉 Por ser una experiencia que le enriquece, que le divierte y que además le permite compartirla con la familia. Si analizamos los momentos que pasamos disfrutando en familia, sobre todo días enteros, muchas veces nos asustamos de lo que escasean, por eso es una gran oportunidad.
Lo del zoo, me lo pensé un poco, porque me da mucha pena ver a los animales encerrados, pero sin embargo, para ella era una experiencia increíble. A ver si no dónde iba a ver todos esos animales de los que le hablamos, ve en cuentos, en fotos, en los juguetes y por todos lados pero no los ve en realidad. En la ciudad en la que vivimos hay un zoo pequeñito al que ha ido muchas veces, pero no hay leones, ni elefantes ni mucho menos ¡un oso panda!
Un día perfecto, ¿por qué?
Sí que fue un día «10», por el sitio, los animales, la naturaleza… Pero también porque tuvimos cuidado con algunos aspectos. Me llamó la atención ver a muchas familias discutiendo, nerviosos, alterados, los niños protestando y los padres molestos con esto… Cuando realizas una actividad de este tipo, es para disfrutar, no para entrar en conflicto, por eso he pensado que igual te sirven estos consejos:
- No hay que ver obligatoriamente toooooodos los animales. Claro, tú has pagado un pastizal por las entradas y lo quieres amortizar, sin embargo, los niños no dejan de ser niños y de cansarse. Sobre todo, para los más pequeñitos es un cúmulo de estímulos que en algunos momentos puede superarlos. Pregúntale qué animales quiere ver, busca los que sabes que más va a reconocer o más le van a impresionar. Igual hay muchos que no le interesan (es que al menos en el Zoo de Madrid… ¡hay muchísimos!). Me sorprendió ver a un niño de unos siete años que pedía irse a casa y sus padres le regañaron porque faltaban aún muchos animales por ver y que «es que iba demasiado lento». Más me sorprendió verlo casi dos horas después viendo animalitos mientras arrastraba los pies… No debemos olvidar que lo importante es que ellos disfruten, no que podamos lograr una marca personal de vista-de-animales-en-un-solo-día.
- Respetar su ritmo. Cada día lo tengo más claro, la clave está en adaptarnos a su ritmo y no esperar a que ellos se adapten al nuestro. Son niños, sus necesidades son distintas a las nuestras y debemos respetarlo en la medida de lo posible. Si les apetece tirarse quince minutos delante de la tortuga y mirar de refilón la jirafa, pues mira, no le vas a obligar a quedarse mirando si no lo apetece ni le vas a meter prisa si está entusiamado/a con un animal en concreto. Hay que echarle un poco de paciencia, claro, pero ¿vas al zoo por ti o por ellos? Y si te dice que tiene hambre a las doce, ¿por qué obligarle a esperar a comer a las dos?
- Llevarte la comida. Tenemos la «fea» costumbre de que nos suele dar hambre más o menos a la misma hora 😉 y los restaurantes o puestos de comida se ponen a tope, las colas se hacen interminables y las familias acaban peleándose. Mientras Adriana se dormía una siesta en mis brazos, el papá fue a por un par de cafés y regresó más de media hora después con un montón de historias de enfados, regañinas, etcétera. Nosotros nos llevamos la comida, unos bocadillos y una fiambrera con la comida de Adriana que nos comimos tan a gusto cuando y dónde nos apeteció. Sin colas, sin nervios ni histerismos varios 😉
- Respetar sus deseos. No llevábamos ni media hora en el recinto cuando Adriana pidió comer y nos acercamos al parque de la entrada, donde había un banquito al sol. Después de la comida quería jugar en el parque, no quería ver animales. Su padre y yo (cada uno por nuestro lado, todo esto lo comentamos por la tarde) tuvimos un pensamiento automático, ¿nos hacemos un montón de kilómetros y pagamos la entrada para venir a un parque cuando todos los días va al parque? Inmediatamente deseché el pensamiento (y según me dijo su papi también), me dije que era su día, que el objetivo era que ella disfrutara y se lo pasara bien, si en ese momento prefería jugar con la arena y tirarse por el tobogán… ¿por qué forzarla a ver pingüinos si no le apetecía?
- No estresarse con las exhibiciones. Hay un montón y a muchas horas. Correr para ver una u otra cuando tus criaturas prefieren hacer otra cosa es torcerlos y torcer el día. Si no te da tiempo a ver una, ¡seguro que puedes ver otra que igual hasta te gusta más!
- No le des demasiada información. Dale la información justa que pueda procesar. A un niño pequeño no le interesa de dónde viene el oso panda o cómo se reproducen los delfines. ¡Sólo necesita verlos! Un exceso de información, además de no entender nada, lo único que conseguirá será estresarle 😉
- Sentirte niño/a por un día. Disfruta, déjate llevar y pásatelo bien, sin estrés, sin horarios, sin agobios de ningún tipo. Verás cómo tu hijo/a también se relaja más.
¿Y tú que opinas? Queremos saber tu opinión, que nos cuentes tu experiencia y si se te ocurre algún consejo más… ¡compártelo! ¡Gracias y hasta pronto!