Es difícil como padres no caer de vez en cuando en la alabanza o el elogio a nuestros hijos. Yo caigo constantemente, no te voy a mentir. Soy como cualquier madre que se ha vuelto loca con sus hijos (en mi caso hijas), me parecen graciosas, espabiladas, divertidas, fascinantes, capaces, dulces y preciosas. Me parecen especiales y únicas, porque lo son. Y cuesta mucho no decirles continuamente lo maravillosas que son, porque además queremos que se lo crean, queremos que tengan una autoestima fuerte, queremos que se sientan queridas y especiales.
Pero lo cierto es que las alabanzas son un arma de doble filo, porque mal utilizadas pueden convertirse en un recurso que limite las posibilidades del desarrollo de nuestros hijos. Veamos por qué:
Miedo al fracaso
Todos nosotros huimos instintivamente del dolor y por tanto del fracaso. Cuando elogiamos a nuestros hijos por una tarea concreta “qué listo eres”, “qué bien lo haces” hacemos que se sientan a gusto en ese papel o actividad. Hasta aquí parece que todo está bien. El problema es que se ha demostrado que este tipo de alabanzas encasillan a nuestros hijos en esta zona de confort en la que se sienten a gusto, evitando así que se arriesguen a innovar por miedo a fracasar en otro ámbito que puedan dominar menos.
Crean dependencia
Igual que los premios, acaban creando una dependencia. Si siempre alabas lo bien que dibuja, a parte de encasillarla en esa tarea (punto anterior), el día que dejas de hacerlo se preguntará si es que ha dejado de dibujar bien, o simplemente perderá el interés al no obtener recompensa.
Entonces, ¿Cómo debemos elogiar a nuestros hijos?
Pues aquí está el truco, no debemos elogiarlos a ellos, si no a su capacidad de esforzarse para conseguir las cosas. Es decir, no alabamos la persona sino su esfuerzo. Está comprobado que así los niños son capaces de asumir más riesgos sin miedo a fracasar, porque saben que el elogio más importante que recibirán será por haberlo intentado con ahínco y no por tener una supuesta habilidad innata. La diferencia entre los dos procesos de elogio, da lugar a dos tipos de personas diferentes:
- Niños con mentalidad fija: Creen que son como son y que no pueden evolucionar o cambiar, que sus habilidades son las que son, y que por mucho que intenten mejorar no lo conseguirán. Es decir, reconocen sus habilidades pero no la capacidad de cambiar de habilidad a través del esfuerzo.
- Niños con mentalidad en crecimiento: Creen que las habilidades son moldeables y que pueden cambiar o modelarse con esfuerzo y determinación. Por lo tanto tienen mejor capacidad de adaptación y más creatividad.
No hace falta decir que la capacidad de adaptación es la que nos salva de la extinción 😉 , así que no hace falta decir qué tipo de mentalidad favorecerá a nuestros hijos e hijas en un futuro. Hacerles valorar el proceso, el esfuerzo y la perseverancia no sólo los prepararán mejor para el futuro, sino que hará que se sientan más seguros y les abrirá un mundo de posibilidades donde desarrollarse y aprender nuevas habilidades.
Así que, aunque cueste tragarnos “qué guapa”, “qué lista”, “qué bien lo haces todo” y “qué perfecta eres”, intentemos traducirlo a, “¡Cómo te has esforzado para conseguir esto!”, “Lo has conseguido”, “Antes no podías hacerlo y ahora sí”, “¿Estás orgulloso de ti mismo, de lo que has logrado?”
Deja que las dosis de alabanzas se las regalen los abuelos o los amigos, tú intenta potenciar su amor por el esfuerzo y regálale el poder del cambio y la mejora 🙂
Lo tomo en cuenta, porque soy de las que comete el error que comentas, continuamente.
Me ha encantado tu artículo.
Si que es verdad que es difícil no decirles a nuestros maravillosos hijos lo especiales que son a cada momento, pero que el tema merece una reflexión. En nuestras manos está en acompañarlos en esta etapa y además de disfrutar de ellos, ir ayudándolos a formarse como personas. El exceso de alabanzas puede crear una imagen distorsionada que tarde o temprano chocará con la realidad.
Sigue así!