Una de las lecciones más importantes que he aprendido después de sumergirme en este mundo de pañales, toallitas, leches maternas y artificiales, colechos y cunas, chupetes, papillas, y un larguísimo etcétera que seguro que te sonará… es a no juzgar, sobretodo en materia de buenos-padres o malos-padres, me he dado cuenta de lo terriblemente criticones y pesados que nos volvemos en este proceso de ser padres y madres. No sé si siempre fuimos así, pero lo cierto es que de repente parece que se abre la veda a la crítica más feroz, a las creencias más inquebrantables, al fanatismo más ridículo.
No es el caso de todos los padres y madres del mundo, por suerte, pero sí parece que está extendida esta necesidad social de pertenecer a grupos, a teorías, a modas, que a veces rayan en lo absurdo por obsesivas e intolerantes.
Es evidente que todos tenemos nuestra educación, la que queremos repetir y la que no, nuestras teorías, nuestras ganas de ser los mejores padres para nuestros hijos. Muchos nos dejamos llevar por el instinto o por aquello que nos han enseñado, muchos otros nos empapamos de bibliografías pediátricas, psicológicas, enciclopedias de “buenos padres”, bíblias al alcance de alguien sin demasiado sueño durante la noche.
Puede que seamos de grupos diferentes, opuestos, puede que seas de porteo o de cochecito, puede que practiques el colecho o no, que le des biberón y no leche materna a tus hijos, puede que dejes llorar a tu hijo por que no puedes más, porque te lo enseñaron así, o porque es la teoría en la que crees.
Qué más da, cada uno de nosotros queremos lo mejor para nuestros hijos y somos los mejores padres que pueden tener, independientemente de si formamos grupo con los anti-vacunas, con los pro-vacunas, con los porteadores o los amantes de los cochecitos de diseño. Recuerda que cada uno tenemos nuestras creencias y circunstancias y que todas son igualmente respetables. Así que cuando oigas a alguien del grupo “contrario” no pongas los ojos en blanco, rechines los dientes y cuelgues la etiqueta de “mala madre-mal padre”. Las diferentes teorías y modos de hacer, deberían servir para complementarnos y no para enfrentarnos, para salvarnos unos a otros en circunstancias adversas (que no son pocas) en las que nuestro librito-manual pediátrico no tiene la solución. Ejercitemos la tolerancia, abramos la mente, escuchemos y compartamos experiencias, dejémonos llevar un poco al “lado oscuro” y aprendamos de los demás, que le ponen tantas ganas, tanto entusiasmo y tanta preocupación como nosotros. Además, ¿No entra la tolerancia en los valores básicos que quieres inculcar a tus hijos? Pues es una gran forma de empezar a dar ejemplo, ¿No crees? 😉
Por último, te dejo con este vídeo que vi hace tiempo y que me hizo pensar en el tema de este post. Espero que lo disfrutes 🙂