Cuando piensas en un niño tímido, probablemente te viene a la mente ese niño que se esconde tras la falda de su madre, ese niño que rehúye las miradas de los adultos, que no quiere decir su nombre o lo dice en un susurro. Delante de ese niño suele haber varias versiones de padres. Los que hablan por él para protegerlo del ataque de ese desconocido que le hace tantas preguntas, los que lo obligan a contestar “Venga, dile como te llamas”, “Más alto, no se te oye”, o el que lo mira con ojos suplicantes para luego justificarlo en voz alta “Es que es tímido”.
¿Cuál de las anteriores actitudes te parece correcta? Y si ninguna de ellas lo es, ¿Cuál es? ¿Cómo debemos comportarnos ante un niño tímido? ¿De dónde viene esa timidez? ¿Podemos ayudarle? ¿Realmente lo necesita?
¿Se nace o se hace?
- Se nace: Más de un 10 % de los niños tímidos lo son debido a un factor genético. Estos niños tienen una predisposición genética, lo que no implica que vayan a ser niños tímidos toda la vida, ni mucho menos. Bien acompañados, serán perfectamente capaces de superar este rasgo.
- Y se hace: El resto de niños lo son por factores ambientales, o lo que es lo mismo, las vivencias que le suceden en su vida cotidiana, sean estas situaciones puntuales o se alarguen en el tiempo. Las puntuales suelen venir provocadas por entornos estresantes para el niño (separación de los padres, muerte de un ser querido, enfermedades, nacimiento de un hermano…) y las que más se alargan en el tiempo por problemas de inseguridad, autoestima, falta de socialización, etcétera. No hay una única teoría sobre la timidez, igual que tampoco hay una solo grado de timidez.
¿Qué es un niño tímido?
Ante todo, debemos diferenciar los diferentes grados de timidez, que se sitúan desde la timidez más leve y común, e incluso socialmente necesaria, hasta casos graves que pueden desencadenar en patologías como la fobia social. Los niños tímidos suelen tener problemas para socializar, tanto con adultos como con niños de su edad (o puede que sólo con uno de ellos), para adaptarse a entornos nuevos, para hablar en público, etcétera. Suelen también mostrarse retraídos y evitan participar en grupos, no les gusta ser el centro de atención o les cuesta expresarse delante de varias personas.
¿Cuándo la timidez representa un problema?
Que un niño sea reservado o tímido delante de un desconocido que te encuentras por la calle por mucho que te moleste que no diga hola, o que no le quiera dar un beso a la-vecina-de-toda-la-vida pero que él o ella no conocen de nada, es a lo que me refería antes con timidez socialmente común o necesaria. Yo por mi parte prefiero que ante desconocidos no sea la persona más confiada del mundo, ¿Verdad?. O ¿Acaso cualquier persona que te para por la calle merece tu confianza inmediata? ¿O es que te dedicas a repartir besitos a todo aquél que te lo pida? ¿Verdad que no? Entonces no se lo exijamos a nuestros hijos, porque en este caso no sé si deberíamos llamarlo timidez o sentido común 😉
La timidez representa un problema cuando ésta interfiere negativamente en la vida cotidiana del niño, impidiendo que se desenvuelva con normalidad, provocándole sufrimiento, aislamiento, incapacitación para relacionarse en la escuela, con la familia, etcétera. Si esta situación se mantiene, conviene pedir ayuda profesional para evitar derivar a patologías más graves.
¿Qué podemos hacer para ayudar a un niño tímido?
En un entorno «normal» la mayoría de niños tímidos lo son de forma leve, y es probable que poco a poco lo superen por si solos con algo de ayuda.
No etiquetes: Por favor, sé que es difícil no hacerlo, pero hay que intentar no acabar diciendo “es muy movidito” “es muy observador” “es muy tímido”, si lo etiquetas y él mismo se cree este papel que tú le encolomas, se lo va a creer, lo va a interiorizar con tanta fuerza, que te va a ser muy, muy difícil sacarlo de allí. Tu hijo es millones de cosas, y la timidez sólo es una ínfima parte de la complejidad de su carácter.
No son sordos: No hables de él y de sus problemas con cualquiera como si no estuviese allí, porque por muy concentrado que te parezca que está, los niños se enteran de todo. ¿Te gustaría a ti oír como tu marido habla de tus problemas con un amigo mientras te miran de reojo?
No le fuerces: En mi opinión, los niños cuando se sienten seguros se relajan, cuando esa persona que tienen delante les inspira confianza, actúan en consecuencia. Si se ven forzados a algo, lo más probable es que la situación empeore. En cambio, es probable que si le dejas a su aire, acabe socializando de forma natural. Tu ritmo no tiene por qué ser el suyo 😉
No le sobreprotejas: El otro extremo. Evitarle determinadas situaciones, hablar por él, justificarlo a todas horas… Es una muy mala forma de prepararlo para el mundo real. Protégelo cuando objetivamente lo necesite, si no, lo que debes hacer es darle las herramientas para que poco a poco sea él el que supere o gestione cualquier situación. No sólo entenderá el mundo tal y como es, si no que superarlas le ayudará a reforzar su atoestima.
Anímale a participar y a probar cosas nuevas: Todos los niños se pirran por algo, aprovecha el impulso de sus aficiones para animarlo a participar, para elogiar su habilidades, y para que aprenda a compartir esas vivencias con los demás.
Predica con el ejemplo: Si tu eres reservado o tímido, si tú no saludas al entrar o salir de una tienda, si no te relacionas con los padres de sus amigos cuando vas a recogerlo al colegio, o no hablas con los otros padres del parque, ¿Qué quieres que haga él? Él aprende de ti, para bien o para mal eres el espejo en el que se mira, así que enséñale tu mejor cara.
Y por último…Inspírale seguridad y confianza: Establece vínculos afectivos seguros para ayudarle a superar cualquier tipo de situación que se presente. Aunque la responsabilidad pese, lo cierto es que lo único que necesita tu hijo ante cualquier adversidad es a ti. Saber que, pase lo que pase, vuestro vínculo afectivo es seguro. Eso le ayudará a superar las diferentes etapas y situaciones con seguridad.