Es curioso pero últimamente escucho a muchas madres que se quejan de ser criticadas, unas por dar biberón, otras por dar el pecho, otras por trabajar, otras por quedarse en casa… El caso es que hagamos lo que hagamos somos juzgadas.
Tengo amigas que se sienten mal vistas por haber optado por el biberón (sea cual sea la causa), otras que se les ha criticado o mirado mal por lactar (yo misma), algunas han sido tachadas de locas por dejar su brillante carrera profesional aparcada para cuidar de sus hijos y otras han sido muy mal miradas por reincorporarse al trabajo como (injustamente) manda la ley a los cuatro meses de vida de su retoño.
La que duerme con sus hijos, la que lo deja en otra habitación, la que los lleva a la guarde, la que no, la que opta por una educación alternativa o en casa, la que le pone vacunas o la que no, la que portea y la que no. Da igual, al final la crítica llega.
Las críticas más feroces
Lo que más me preocupa y sorprende de esta situación es que la mayoría de estas críticas son formuladas por mujeres. Muy pocos hombres me han dicho a la cara: «¿es que todavía toma teta?» Mujeres muchas, y con cara de pocos amigos. Y la pregunta de por qué no va Adriana a la guarde ni te digo la de veces que me la han hecho con cara de tú estás mal de la cabeza. Mujeres, sí.
En una sociedad dominada por hombres, vamos nosotras y nos ponemos más piedras en el camino. Unas a las otras. Y sí, dominan los hombres, que no te engañen, que esa supuesta igualdad no existe, y por mucho que nos vendieran la moto de incorporarnos al trabajo para tener los mismos derechos, pues mira lo que te digo, nos engañaron bien engañadas, porque además de trabajar seguimos llevando el peso de la casa y de los hijos (claro que hay excepciones, pero son eso excepciones). ¿O a caso me equivoco?
Otro aspecto es que a quien generalmente se critica es a la madre. Como si todas las decisiones fueran excluisivamente suyas. Pocas veces oirás decir, mira ese padre que le da biberón, o mira ese otro que portea a su hija, ¿no lo podría llevar en el carrito como todo el mundo? Igual hasta piensan «¡qué mono!», mientras a su mujer la miran con cara de siete sapos, o le tiene que dar biberón porque seguro que ella no ha querido dar el pecho. Oye, pues igual ha sido él el que no ha «aguantado» la teta a demanda y el trabajo que conlleva, pero eso nunca se piensa. También he leído por ahí el término «mamá hierbas» para las mamás que no quieren poner según qué vacunas y sin embargo no he leído en ningún sitio «papá hierbas» cuando conozco casi más hombres contrarios a determinadas vacunas que mujeres…
Por eso mismo que vivimos en un mundo de hombres, en el que siguen mandando ellos (o vosotros, que este blog también es para papás, igual que el artículo que estás leyendo), y nosotras lo seguimos permitiendo, las mujeres deberíamos apoyarnos y ayudarnos. Si eres defensora de la teta y ves a una madre dando el biberón, no la juzgues, respétala porque no sabes cuáles son las circunstancias que le llevaron a dar biberón. Igualmente, si nunca has dado el pecho y ves a una mamá dando teta a un bebé de dos años, tampoco te escandalices, sonríe y empatiza.
Respeto
Una madre no necesita juicios, necesita apoyo y comprensión. No necesita que le arranques la piel a tiras, sino que le sonrías tras un difícil día de acompañamiento y de ser sostén de su bebé. Una madre no necesita una mirada mordaz, necesita respeto. Si quieres intervenir, puedes dar tu opinión (siempre desde el respeto) y ofrecer información si crees que le puede ser útil, pero nunca, nunca, juzgar.
Red de apoyo
Y, sobre todo, lo que suele necesitar una mamá es ayuda. Unas más que otras. Por eso aprovecho esta entrada para hacer un llamamiento a todas las mujeres, para que nos unamos, no hace falta que te unas con alguien a 1.000 km, sino que te unas a las madres cercanas a ti, a tu vecina, tu prima, tu cuñada o tu amiga. Que tejáis una red de apoyo entre mamás (sean de «la secta» que sean), para que os ayudéis física y emocionalmente, hoy con un tupper, mañana con una infusión de por medio para charlar y desahogarse, y pasado con un «tráeme a los niños y vete a echar una siesta».
¿Y qué pintáis aquí los papás? Pues en lo mismo, en no juzgar nunca a una madre, que lo hacéis menos pero también lo hacéis. Y en no permitir que lo hagan delante de vosotros. Si escuchas una crítica, párala. Tú tuviste o tienes una madre, tal vez hermanas y probablemente tengas o tendrás hijas (si estás leyendo este artículo), cada crítica también va contra ellas. No lo permitas.
Ayúdame a llenar todo de pequeñas redes de madres que se ayuden. Comparte y teje la primera puntada de tu red. Unidas somos más fuertes. Gracias, como madre, como mujer y como «criticona» arrepentida.