Poner límites a los hijos es uno de los aspectos más difíciles en la crianza, a mi modo de ver. Puede llegar a suponer una lucha interior para no caer en el exceso de autoridad pero tampoco en el extremo opuesto de anarquía y libertinaje. Ninguno de estos dos puntos es bueno para nuestros hijos. Ni el tener un estrecho camino marcado que los «limite» continuamente, ni el no tener donde agarrarse para caminar con seguridad. Encontrar el equilibro es lo difícil, por eso hoy te voy a dar algunas claves que te ayudarán a equilibrar la balanza.
1. Los límites protegen
Tener esto claro te ayudará a tener una relación más sana con los límites y transmitírsela a tus hijos. Los límites nos dan la seguridad emocional que necesitamos. Les ayudan a crecer dentro de una cultura y a establecer relaciones de respeto con las personas, los espacios y los objetos con los que se relacionan.
2. Vivir implica estar limitado
Estamos limitados. En muchos aspectos. No podemos volar, no podemos respirar debajo del agua o no podemos conseguir la casa de nuestros sueños por poner un ejemplo. Son muchísimos los límites que nos rodean a diario, y a los niños muchos más, por su propia seguridad. Por eso no hay que inventarse límites para imponer la autoridad que temes perder o porque has oído que los límites son buenos y te da por ponerlos por doquier. No, no hay que excederse, hay que poner los exclusivamente necesarios.
3. Partir de las necesidades del niño
Puede que creas que tu hijo o hija necesiten alimento, techo y algo de cariño. Punto. Pues debes saber que son más las necesidades que tienen y a la hora de poner límites debes conocerlas para ajustarlos a ellas. Los niños tienen necesidad de:
- Amor
- Respeto
- Contacto Físico
- Juego libre
- Presencia
- Libertad
- Movimiento
- Jugar con el agua
- Hacer sus propias conquistas (autonomía)
- Experimentar con la comida (mezclar, tocar, manosear…)
- Etcétera
En algunas ocasiones estas necesidades se nos olvidan y nos pasamos el día diciendo, NO hagas eso, no toques lo otro, no saltes, siéntate ahí y no te muevas…, poniendo así límites que no son necesarios, al contrario, lo único que hacen es limitar sus procesos de desarrollo.
He puesto la necesidad de jugar con agua porque desde que la escuché y me paré a pensar sobre ella, dejo a Adriana jugar con el agua (poniendo algunos límites 😉 ) y he reducido muchos enfados y muchísmos «no» al día. Espero que te sirva mi experiencia que para eso estamos aquí 😉
Evitar sustitutos
Aquí quiero señalar que es importante evitar los sustitutos de esas necesidades, como por ejemplo ponerles la tele cuando no podemos o no tenemos ganas de prestarles atención. Estos sustitutos acaban pasando factura de alguna forma (mordiéndose las uñas, pidiendo cosas dulces, irascibilidad… ). Es mejor evitar las cosas materiales que sustituyen la presencia y la atención. Fácil decirlo, ¿verdad? ¿Y quién dijo que la crianza fuera fácil? 😉
4. No existen recetas infalibles
Hoy te hablo de aspectos clave a tener en cuenta, pero no hay una receta para seguir al pie de la letra. Debes conocer que existen los límites:
- de seguridad
- sociales
- esporádicos por alguna circunstancia
A partir de aquí, conociendo a tu hijo/a, su edad, las necesidades del momento, el ambiente, las circunstancias, etcétera es cuando hay que poner los límites, a la carta 😉
5. Deben ponerse desde la cercanía física
No puedes poner los límites desde la distancia. Si le gritas a tu peque que no salte en el sofá desde la habitación contigua lo más probable es que te ignore. Ponte a su altura, mirando a sus ojos, háblale en singular (no en general, «no se salta»), con una frase clara, descriptiva, sin juicios y sin explicaciones. Mucha información, ¿no?
Esto quiere decir que no hay que dar demasiadas explicaciones, ni enrollarse con la orden o la restricción porque puede que no te entienda y al segundo dos haya desconectado, ¿así cómo te va a escuchar o a hacer caso? Tampoco debes hacer juicios del tipo, «mira que eres desastre», «te he dicho mil veces y nunca me haces caso», «eres tan desobediente»… Esto no ayuda en nada, bueno, a minar su autoestima.
6. Verbalización
Según la urgencia del límite puedes usar frases más o menos contundentes, como por ejemplo:
- No te permito
- No te dejo
- Quiero que pares
Si continua con la acción te puedes interponer y verbalizar, «me voy a poner en medio para que no abras este armario», «te voy a retirar este objeto para que no te hagas daño».
Lo más importante es hablar desde la calma, con seguridad pero sin necesidad de usar el grito ni el bocinazo, seguro que así te escuchan mejor. A nadie nos gusta que nos griten y menos alguien a quien queremos con locura. Si tienes seguridad en ti y sabes que lo estás haciendo desde el amor y el respeto por tu criatura, todo fluirá mejor.
Si no hay urgencia o no hay peligro, puedes verbalizar describiendo la situación:
- «Has estado jugando y veo que has terminado y todo sigue sin recoger». Así le das la posibilidad de que se responsabilice.
- «Cuando le quitas esto a X no se siente bien, o no le gusta»
Si sigue, puedes verbalizar de forma más contundente, con un «no quiero que hagas esto» o «quiero que hagas…»
Secuencia del límite
La secuencia de un límite podría ser la siguiente:
- En la mesa no se pinta
- Te voy a dejar un papel más grande para que pintes aquí
- Si sigues pintando ahí te voy a retirar el lápiz
- Retirar el lápiz
Ya está, no hay que hacer más drama, eso sí, debes aceptar que es probable que proteste, está en su derecho igual que tú protestas cuando no te gusta algo 😉
Un límite no es una pregunta
La inseguridad nos lleva en muchas ocasiones a hacer preguntas en lugar de poner límites claros, como por ejemplo, «¿te vistes?» o «vístete, ¿vale?» Con la pregunta le estás dando la opción de decirte que no, así de claro. Si quieres darle una alternativa puedes decirle, «es la hora de vestirte, ¿quieres ponerte este pantalón o este?»
Es muy probable que remoloneen. Algo que a mí me está funcionando muy bien es el «puedo esperar».
7. Alternativas
Otra de las claves más importantes son las alternativas. Dar una alternativa, además de dar la posibilidad de responsabilizarse en un momento dado, no limita tanto sus necesidades y es una forma de demostrarles que los escuchas y que se sientan comprendidos. Ejemplos de alternativas:
- No puedes pintar aquí, pero en este papel sí.
- No puedes jugar aquí con el agua, pero aquí en el fregador sí.
- ¿Quieres ordenar tu cuarto ahora o cuando acabes de pintar?
- Este juguete no se puede lanzar pero puedes lanzar todos los de esta caja.
8. El límite donde esté tu límite
A veces no sabemos dónde poner el límite. Esa duda es muy común y normal. La respuesta es sencilla, donde esté tu propio límite. Es decir, si a ti te altera que tu hijo o hija salte sobre la cama, puedes poner el límite. Después podrás reflexionar por qué te altera y si puedes o no flexibilizar ese límite. Pero si te molesta, no le dejes. De lo contrario no le estarás transmitiendo un mensaje muy positivo.
9. Tu paciencia más allá de su persistencia
Los niños pueden ser muy pero que muy persistentes. Por eso nuestra paciencia debe ir más allá. No entran en una lucha consciente, pero sí que de alguna manera prueban para ver cómo son los límites de firmes, interrogan para saber exactamente si les das o no permiso o porque no tienen han aprendido muy bien el límite. Tu paciencia siempre debe superar estos obstáculos. De hecho creo que las palabras más importantes en la crianza, junto con el amor son la paciencia y el respeto. Tú puedes repetir tantas veces como sea necesario un límite, puedes esperar el tiempo que sea necesario hasta que se ponga el abrigo, pero ellos no pueden entender por qué les gritas 🙁
10. Fuera explicaciones innecesarias
Muchas veces pecamos de adornar innecesariamente los límites. Es una manera de justificarnos por haber puesto el límite pero no es necesario. Lo más probable es que estas explicaciones extra confundan más a tu peque que otra cosa. O simplemente que deje de escucharte. Puedes decir con toda la tranquilidad «he decidido que esto no es bueno para ti». No necesita más.
11. ¿Demasiados límites?
Cuando estamos continuamente poniendo límites (algo que supone un desgaste para las dos partes del equipo) es necesario hacerse dos preguntas:
¿Está el ambiente preparado?
Si te pasas el día diciendo no toques, no abras, no tires, no rompas, ten cuidado… no, no, no… lo más probable es que el espacio no esté adaptado a tu hijo o hija. Si no quieres que abra el cubo de la basura, no lo pongas a su alcance; si ese jarrón es delicado e importante para ti, retíralo o ponlo donde no llegue; si ese pico está justo a su altura en un lugar de paso, ponle una protección, aunque sea un trozo de corcho. Te ahorrarás muchos «no» y muchos llantos y enfados.
¿Están sus necesidades cubiertas?
Lo he dicho antes, cuando entendí que jugar con el agua y con la comida era una necesidad que tenía mi hija, las dos nos relajamos bastante y hemos suprimido muchos «no». Yo elijo cuándo y dónde puede hacer cierto tipo de cosas, pero le doy la posibilidad de hacerlo en algún momento del día.
12. Los límites evolucionan con los niños
Los niños evolucionan y los límites han de ir de la mano. Adapta los límites a la edad de tu criatura y a su momento de desarrollo.
13. Los límites tienen umbrales
No pasa nada si en casa de una abuela pueden comer en el sofá y en casa de los otros abuelos no. Los niños aprenden las diferencias y eso no les resta valor.
14. Papá y mamá pueden tener límites diferentes
Siempre y cuando exista una coherencia en cuanto a modo de crianza o educación en la familia, es perfectamente plausible que papá ponga unos límites y mamá otros. Esto les ayuda a entender las diferencias entre uno y otro. Por ejemplo, puede que con mamá pueda saltar en la cama y con papá no. Si a papá es algo que le «supera» pues no lo permite y ya está.
15. Repetición
Los límites se comprenden cuando se transmiten muchas veces. No temas repetirlos cuantas veces sea necesario. Ya sabes, paciencia 😉
Al final, lo importante es lograr tener una relación saludable con los límites. Encontrar el equilibrio ayudará a que tus hijos respondan mejor a ellos. ¿Te animas a ponerlo en práctica? ¿Conoces a alguien a quien le podría venir bien esta información? Seguro que te lo agradece 😉
El tema de los límites es algo que me agobia porque creo que soy muy abusona en ese sentido pero me alegra ver que no soy tan «sargenta» como a veces me veo.
Que difícil es encontrar el equilibrio entre el todo vale y prohibido todo!
¡Claro que no es fácil! El equilibrio es realmente complicado. Pero creo que nuestros mejores aliados son el respeto y la paciencia. ¡Gracias por comentar, Laura!
Genial, me encanta!! Un tema tan complicado resumido de forma clara y concisa!!! Ahora voy a ponerlo en práctica
¡Gracias Almudena! Me alegra saber que os resulta útil y claro. Fácil no es, pero creo que merece la pena intentarlo 😉 Un beso!