Hoy voy a responder a una pregunta muy directa con una respuesta también muy directa (y algunas explicaciones más). Sí, definitivamente tener un hijo o una hija (o varios) te cambia la vida. Opinar lo contrario es estar inmerso en la ignorancia más ingenua (yo lo estuve).
Falsas creencias
Yo era de las que hace años pensaba que por tener un hijo no tenías que cambiar tus hábitos, ni tus costumbres y que podías seguir viviendo tu vida alegremente como hasta el momento en que te conviertes en padre/madre. Qué ilusa. Creía que había padres que ponían a sus hijos de excusa para no ir a este u otro sitio, para cancelar citas a las que no les apetecía acudir… Qué ingenua… «si un niño pequeño lo llevas donde tú quieras…» (jajajaja). Perdona las risas pero es que ahora me troncho de mí misma.
Es cierto que conforme fui teniendo sobrinos y amigas con niños comencé a pensar de otra manera, lo cual me hizo creer que sabía suficiente. Otro error, que no es lo mismo las criaturas de los demás que las tuyas propias.
La transformación
No, tener un hijo no es que cambie la vida, es que la transforma y te la pone patas abajo (o patas arriba). Si estás pensando en ser papá o mamá con este pensamiento de que todo va a seguir igual o parecido, párate, por favor. Necesitas un tiempo de reflexión. Y con esto no quiero decir que no lo vayas a tener, en absoluto, sino que quiero que sepas con lo que te vas a encontrar antes de que sea demasiado tarde y que puedas prepararte mentalmente para ello.
Sus necesidades
Cuando un bebé llega a tu vida tiene unas necesidades que han de ser cubiertas. Al principio demandará de ti las veinticuatro horas del día, a los dos años veintidós, a los tres veinte… y así hasta que se independice. Más o menos 😉 Ya en serio, sí, un bebé te necesita veinticuatro horas al día. Un hijo requiere atención y necesita que tú te adaptes a sus ritmos y no al revés. Cuando un bebé tiene hambre, tiene hambre y tiene que comer. No entiende que hay esperar media hora porque papá o mamá quieren terminar de ver el telediaro, están tendiendo la ropa o tomando una cerveza. Cuando llega la hora de dormir de un bebé hay que dormir al bebé, porque necesita dormir. Tú como adulto puedes postergar tus necesidades, un bebé no.
¿A dónde irán los minutos, las horas y los días?
Se te acaba el tiempo para el ocio, se esfuma el tiempo de pareja (y esta se resiente) y tú pasas, ya no a un segundo plano, sino a uno que parece estar en otra dimensión, seas el padre o la madre. Cierto es que no es lo mismo una crianza con apego que una tracional, que no es lo mismo un niño inquieto que uno tranquilo, uno que duerma más y otro que duerma menos. Tampoco es igual tener ayuda que no tenerla. Pero al final todo esto son matices, en global, tu hijo tiene sus necesidades y tú tienes que cubrirlas y la vida familiar pasa a girar entorno a ellos, ya no podrás dedicarte a mirarte el ombligo porque no tendrás tiempo (ni ganas) y tu vida no será tan «despreocupada».

Y no solo son las necesidades evidentes. Olvídate de pasar el domingo en casa en plan «sofing» y «zaping», por ejemplo, o de cañitas todo el día. Si tienes un hijo, tienes además una responsabilidad que es su desarrollo y su educación. Tus planes deben ir más encaminados a visitar parques, realizar excursiones a la naturaleza, jugar con él, prestarle atención, darle cariño y seguridad. No podrás planear un viaje exprés a última hora de cogemos el coche este finde y nos recorremos 500 km, total en cuatro horitas y poco nos ponemos. No, con un niño no son cuatro, son algunas más y el viaje no es tan «silencioso», sino mucho más entretenido. ¡Ah! Dejarás de escuchar en el coche tus grupos favoritos para cantar el señor conductor toca el pito… y algunas más modernas 😉 Y no serán dos maletitas, ¡sino ocho! Ir a la playa será una misión imposible (aunque mil veces más divertido) y las salidas nocturnas o al cine te parecerán que sólo ocurren en otra galaxia, a cambio, descubrirás que hay vida durante el día, que los paseos al sol son realmente agradables y que salir a comer en una terracita donde tu peque tenga espacio puede ser tan apetitoso o más que salir a cenar 😉
Y esto es desde el punto de vista «logístico», visible o superficial, como prefieras llamarlo, pues a un nivel más profundo algo cambia dentro de ti. Tus prioridades, tus metas en la vida e incluso lo que te hace feliz cambia por completo.
La frustración
Puede que si no te planteas todo esto antes de traer a una criatura al mundo, acabes frustrándote, porque no tienes tiempo para ti, ni para tu ocio, ni para tu antigua vida social, o para dormir una mañana a pierna suelta, porque no te reconoces y porque ya nada volverá a ser como antes. Saber esto de antemano, saber que lo del tiempo es algo temporal, que poco a poco tu vida va recuperando espacio, que tu transformación interior ha sido para mejor, que el ocio vuelve conforme tus hijos crecen, juegan solos o con amiguitos, van al cole o incluso se quedan a dormir con otros familiares, ayuda mucho.
Cuando me quedé embarazada ya no era tan ingenua y pensaba que te cambiaba la vida, pero sinceramente, no pensaba que tanto. Vivir lejos de la familia, dar el pecho y tener un bebé de alta demanda, cuando yo creía que los bebés dormían todo el día (y que en ese tiempo podría escribir mi segunda novela) tampoco es que ayudara mucho, por lo que sí, me frustré un poco. Sin embargo di con la clave, lo entendí todo y aprendí a superar esa frutración (el cómo te lo cuento aquí).
¿Pero dónde están las ventajas?
Tal vez al llegar aquí estés pensando que esto de tener hijos a lo mejor no es tan buena idea… ¡No, por favor! Por nada del mundo quiero transmitir ese mensaje. Mi vida se ha transformado, pero por mucho que haya cambiado, todo ha cobrado sentido. Sí, sé que puede sonar cursi, pero mi vida cobró sentido en el momento que tuve a mi hija. Soy más feliz, tengo una vida más plena y satisfactoria que antes, tengo más amor dentro del que podía llegar a imaginar y Adriana es lo más maravilloso que me ha pasado y me pasará jamás (salvo que tenga un segundo hijo, que se pondrá a la par). Tiene inconvenientes, sí. Ser madre (o padre) no es fácil, nada fácil. Pero es algo hermoso, de hecho esta palabra se queda muy (pero que muy) corta. Es una experiencia extraordinaria, una aventura nueva cada día.
Disfrutar de ella, acompañarla en su desarrollo, en cada aprendizaje de su vida, en cada nuevo logro, saber que puedo estar ahí y vivirlo con ella, ver su sonrisa y su cara de felicidad cuando logra un avance, cuando descubre algo nuevo, eso… no tiene precio. Y, definitivamente, no existe nada comparable a dormir con su cuerpecito pegado a ti y que te despierte con una sonrisa y una caricia. Uno solo de sus abrazos espontáneos valen más que cien horas de ocio, y un te quiero… yo no sé lo que haré cuando me diga «te quiero», pero temo que se me olvidarán de un plumazo todas las horas sin dormir. Así, sin más.
Tener un hijo te cambia la vida. No serás la misma persona, serás una persona mejor.
Me ha encantado tu artículo, real como la vida. Hermoso se queda corto, sí !!!
Tenía entendido que crianza con apego es lo mismo que tradicional. Yo tengo dos niñas con cuatro años de diferencia, criadas en colecho y amamantadas hasta los 24 meses. En mi juventud siempre renegué de la maternidad y de la teta.