Quizá pensarás que sólo te falta eso. Que pensar en sumar una cámara de fotos a tu ya complicada logística vacacional se te hace cuesta arriba, que sólo pensar tener que ir persiguiendo a los niños con una cámara, está lejos de ser tus vacaciones ideales de desconexión absoluta. Quizá es porque me chifla la fotografía casi tanto como mis niñas y viajar, que pensar en salir de casa a pasar el día-fin de semana-vacaciones sin la cámara se me hace impensable. No obstante, también soy humana y muchas veces se me hace pesado cargar con ella por muchas razones, porque mi cámara no es precisamente compacta, porque las circunstancias me hacen llevar a una niña de 4 años en una mano, y una de 5 meses colgada a mi espalda, me pesa, estoy incómoda, me va dando golpes traicioneros en la cadera, e incluso a veces veo mi reflejo de sherpa ojeroso en algún escaparate y pienso “Pero mira que eres motivada, ya son ganas” y me dan ganas de volver a meter la cámara disimuladamente en su funda… Eso sin contar con que mi Smartphone me mira tan ligero y tentador… Pero a pesar de todas las tentaciones, sigo reservándome el hombro derecho para llevar colgando mi poco ligera réflex en busca de un recuerdo gráfico de nuestras aventuras 😉
Ante semejante escena, quizá te preguntes el por qué. Pues simplemente porque he visto que el esfuerzo tiene su recompensa 🙂 (¿O qué te creías? 😉 ). He visto lo especial que es tener fotos de las diferentes etapas de la vida de nuestros hijos, lo increíble que es poder captar según qué expresiones ante lo desconocido, lo mágico que es regalarles un paisaje nuevo o llenarles el día de pequeñas grandes aventuras a su medida.
Quizá pienses que todos esos instantes se organizarán ordenadamente por carpetas en tu cabeza, que es imposible que los olvides, que sus facciones y expresiones quedarán grabadas en tu cabeza para siempre… Por desgracia no es verdad y aunque sí lo fuera, no podrías compartirlo con tus hijos cuando estos crecieran. Seguro que sabes la gracia que hace verse de pequeño, seguro que sabes la ilusión de verse a uno mismo en pañales, dando tus primeros pasos, en el partido o el campeonato de turno, la primera vez que cogiste un avión, aquellas excursiones, aquellos veranos inolvidables, ¿Verdad? Seguro que incluso echas de menos alguna foto más.
Por suerte mi madre era por lo menos casi tan pesada como yo, y ella siempre andaba trasteando con la cámara detrás de nosotros (para mi desesperación 😉 ). Por suerte, y gracias a ella, conservo documentos gráficos tan valiosos como graciosos de todas y cada una de nuestras aventuras infantiles. Allá donde llegaban nuestros pasos, había una foto que documentara el recuerdo. Así que, ¿Qué excusa tenemos nosotros en la era de la fotografía digital? ¿Que no haces buenas fotos? Todo es cuestión de echarle un poco de ganas y entusiasmo, y seguro que acabarás teniendo por lo menos un documento gráfico potable. Me atrevo a predecir que la calidad de la imagen, en 20 años será lo de menos. Si compusiste bien o mal, si estaba un poco movida, si el fondo era feo. De aquí a unos años, lo importante será que tu-vuestro recuerdo sobrevivirá en forma de imagen, para poder compartirlo, rememorarlo y devolverlo a la vida por unos instantes.
Así que por favor, no te duermas en los laureles que el tiempo vuela y ¡Hazles fotos! 🙂
Una de las cosas que echo en falta es tener muchas fotos de mis hijos cuando eran pequeños, pero desgraciadamente era un época que solo los privilegiados podían tener una cámara fotográfica aceptable. Los demás tomábamos en un pésimo blanco y negro que tenía el problema de carretes en mal estado, tiendas que apenas tenían ideas o equipos para revelar, etc. Envidio la potencialidad actual para recoger ese momento único e irrepetible de gestos y conductas de los pequeños que nos rodean.