Mucho se ha escrito y hablado sobre el poder de las palabras. Que si se las lleva el viento, que si no, que si hieren como una espada, que si más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo, que si son la herramienta para cambiar el mundo, que si ocultan la realidad, y miles de citas y proverbios más. No en vano somos seres sociales con un lenguaje rico y complejo a través del cual aprendemos a relacionarnos y a interpretar el mundo que nos rodea.
Yo soy más bien de la opinión de que las palabras no se las lleva el viento, por mucho que a veces nos gustaría que fuera así, al contrario, una vez pronunciadas, siempre hay alguien que recibe esas palabras, las interpreta y las hace suyas. Y si tenemos hijos o hijas, ¿Adivinas quienes son los grandes receptores de todo aquello que decimos?, ¿Te das cuenta de la importancia que tiene cada una de tus expresiones, comentarios, críticas u opiniones? Los niños beben de nuestras palabras, así que cuidado con lo que les das para digerir, porque puede que luego no nos gusten determinados comentarios, comportamientos, o palabras en boca de nuestros hijos. Habrá influencias que no podamos controlar, pero nosotros somos su mayor influencia y nuestra es la obligación de asentar unos buenos cimientos de educación a través del ejemplo.
¿Qué debemos evitar?
El sexismo
Es algo que cualquiera que me conozca sabe que me pone nerviosa 😉 . Ver que en pleno Siglo XXI seguimos anclados en pensamientos retrógrados y sexistas me enferma. Y me enferma aún más ver la cantidad de ecos machistas que contiene nuestro lenguaje y que seguimos utilizando de forma común, delante de nuestros hijos. Asusta el mensaje que reciben tanto las niñas como los niños. Y me sorprende que a día de hoy, entre todos, no estemos haciendo pasos de gigante para alejarnos de ese fantasma retrógrado y enfermizo que nos persigue y nos daña a todos como sociedad. Normalmente recibo un “no es para tanto” como respuesta a mis quejas, pero la verdad es que SÍ ES PARA TANTO y SÍ ES IMPORTANTE hablar sin sexismo. Mucho más de lo que imaginamos.
El racismo
Sorprende también la cantidad de expresiones racistas que contiene nuestro lenguaje y que se utilizan diariamente. ¿Cómo queremos construir un mundo mejor, un mundo de todos, si seguimos utilizando un lenguaje insultante con personas de distinta cultura sin ni siquiera darle importancia a nuestras expresiones o comentarios hirientes?
Criticar, insultar o faltar al respeto
Si tus hijos crecen oyendo cómo desprecias, insultas o te burlas de alguien, ¿Cómo no van a hacerlo ellos? O peor aún si cabe, ¿Cómo no van a ver normal que se lo hagan a ellos? Muchas de las grandes lacras que acosan a nuestros hijos e hijas (bullying, acoso escolar, acoso sexual, etcétera) empiezan con una «simple e inocente palabra», «gordo», «enano», «retrasado», «feo»… Así que no importa que estés enfadado con tu jefe/a, no importa que tu mejor amigo te haya traicionado o que alguien te haya abollado en coche. Si necesitas desahogarte haz deporte, cuenta hasta 100 o grita cuando tus hijos no estén delante 😉
Cuando miro a mis hijas siento muchas cosas. Lo primero es ese amor infinito, enamorado, alocado, casi doloroso, también algo de miedo, miedo a todo, a la pérdida, al sufrimiento (sentimiento que intento desechar rápido), admiración, respeto, ternura, esperanza, alegría inmensa, añoranza, tristeza… aderezado con algo de envidia también. Envidia porque las miro y veo tres lienzos inmaculados delante de mí, tres libros por escribir, uno empieza a tener sus propias palabras e ilustraciones, sus primeras experiencias, los otros dos aún están por escribir completamente. Es entonces cuando pienso en el poder de las palabras y del lenguaje al que habrán estado expuestas y en la importancia que tendrán a la hora de desarrollar el relato de sus vidas y me reafirmo, y vuelvo al título de este artículo, en el poder de las palabras.
Totalmente de acuerdo. Muchas conductas de padres y demás familiares, se manifiestan verbalmente y son recogidas por las ‘esponjas’ de esas adorables personitas que nos rodean.