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El Triste Arte (Inconsciente) de Descalificar a Tus Hijos

30/06/2016
Caro Musso
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Fotografías cortesía de: 54118, Bessi, PublicDomainPictures bajo licencia Creative Commons.

Si te preguntan si menosprecias a tus hijos asegurarás sin duda alguna que no. Que no lo has hecho, no lo haces y no lo harás jamás. Sin embargo, nuestra forma de educar, la que hemos aprendido, la que vemos en la calle, la que la mayoría de la gente que te rodea y la que prima en el sistema educacional está repleta de mensajes que descalifican a los niños. Continuamente. Sin darnos cuenta. Lo hacemos sin saberlo, lo cual no implica que estas descalificaciones no sean dañinas. Tal vez no hagan daño en el momento, pero sí que lo harán a largo plazo.

Estas descalificaciones continuas que reciben los niños son las responables de convertirnos en adultos inseguros, con falta de toma de decisiones, que buscamos consejo por los rincones aunque la mejor respuesta la tiene siempre uno mismo, buscamos continuamente aprobación a nuestros actos y consejos que validen nuestros pensamientos o decisiones. Esto es resultado de haber perdido nuestra seguridad en el camino de la infancia.

¿Cómo se pierde esta seguridad? ¿Cuáles son esas descalificaciones?

Pues las hay desde las más inocentes hasta las más agresivas, aunque muchas de ellas no nos lo parezcan y estén perfectamente aceptadas en nuestra sociedad.

  • Premios y castigos. Por muy educativos que nos parezcan los premios y castigos, no lo son en absoluto. Funcionan, pero en el momento, pues acaban creando dependencia del premio y eliminando la motivación interna. Eso en cuanto a los premios. Los castigos lo único que consiguen es inculcar miedo y humillar. Esta humillación es una de las mayores descalificaciones que dirigimos a nuestros hijos mientras pensamos que los estamos educando. Piensa por un momento, se te olvida pasar a recoger un medicamento de la farmacia y tu pareja o cónyuge te echa la bronca. ¿No te has dado cuenta tú ya de tu error? ¿Qué sentimientos te produciría esa reprimenda? Pronto te hablaré sobre disciplina positiva, una forma de educar sin premios y sin castigos.
  • No (continuo). ¿Has contado el número de veces que dices «no» a tu criatura? Echa un vistazo a este artículo para profundizar un poco. Por ahora te diré que el mensaje continuo que le transmite es que es malo y le resta libertad para que aprenda por sí mismo y sea una persona autónoma.
  • Elogios y alabanzas. Por muy inocuos que puedan parecer, de hecho pensamos que son hasta positivos, las alabanzas y los elogios tienen un gran peligro detrás. Sobre todo en la forma en la que suelen estar formuladas, si lo hiciéramos bien serían muy positivas, pero no suele ser así. La clave está en cambiar las alabanzas por palabras de aliento. Observa la diferencia entre animar y alabar:
ANIMAR ALABAR
Te has esforzado mucho Lo has hecho muy bien
¡Estarás muy orgulloso/a! Estoy muy orgulloso/a de ti
Me has ayudado un montón Qué bien te has portado
Has trabajado mucho Lo has hecho tal y como esperaba
Lo has conseguido Qué listo/a eres
Debes estar muy satisfecho por este nuevo logro

Sabía que lo conseguirías

Piensa que te dijeran a ti estas afirmaciones, ¿cuáles te harían sentir mejor? ¿Cuáles crees que te animarían a seguir esforzándote? ¿Ves la diferencia?

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  • Comunicación inadecuada. Sin ser conscientes tenemos una inadecuada comunicación con nuestros hijos que poco a poco va minando su confianza en sí mismos. Por ejemplo:
    • Negar los sentimientos. Cuando se caen y decimos eso no es nada, ya no te duele… O si se enfadan por algo y le restamos importancia.

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  • Dar consejos. Darle continuamente consejos es decirle que no es capaz, prueba a confiar en su capacidad para resolver sus propios conflictos, de esta manera pensará que es capaz de hacerlo y, además, no dependerá tanto de ti. En el futuro le ayudará mucho más de lo que imaginas.
  • Ordenar. Continuamente les damos órdenes sin dejarles la capacidad de actuar. He descubierto que Adriana reacciona mejor cuando le digo, por ejemplo, «el puzle no está en su sitio», que cuando le ordeno «¡recoge el puzle!»
  • Consolar ( no pasa nada…). Es otra forma de invalidar y negar sus sentimientos, de decirle que lo que siente no es importante.
  • Decir a mí más o a mí también. Esto lo hacemos mucho pensando en que mal de muchos… pues nos equivocamos. Lo único que le transmitimos es que no nos importa un bledo lo que le pasa. ¿Nunca te ha pasado que le has dicho a una amiga me duele la cabeza y te ha dicho «uff, pues no veas cómo me duele a mí la espalda»? Te quedas a cuadros, ¿verdad? Pues así mismo se queda tu retoño.
  • Etiquetar. Decirle a tu hijo o hija «qué ordenada eres», «qué valiente», «qué desobediente» o todas esas cosas que les decimos al cabo del día, acaban encasillándole en esas etiquetas que les pones. Al final acabará comportándose como tú esperas que lo haga y perderá el potencial interno de desarrollar todas sus otras «facetas».

Para comunicarte mejor con tus hijos, te recomiendo que comiences a escucharle de verdad.

  • Ayudarle cuando no lo necesita o no lo pide. El mensaje es: tú no puedes, no eres capaz, sin mi ayuda no lo lograrás nunca… Ayúdale a hacerlo solo/a e intervén sólo cuando te lo pida.
  • Insultos encubiertos. A veces el cansancio nos puede y cuando llega nuestra criatura insistentemente a pedirnos atención podemos acabar diciendo: «qué pesado eres», «mira que eres cansina»… Desobediente, pesado, inútil, pegón, travieso, desordenado, cabezota, testarudo, tontín, trasto, torpe, rabo de lagartija, pachorrón, pasota, malo… Son adjetivos que he escuchado muchas veces sin mala intención pero que llevan un mensaje de lo más dañino. ¿O a ti te gustaría que alguien te dijera alguno de estos? No crees que es mejor decir algo como:
    • estás insistiendo mucho
    • estás muy impaciente
    • has dejado esto desordenado
    • no estás preparado/a para hacer esto solo/a
    • no me estás ayudando

Existe una gran diferencia entre estar y ser, entre descalificar a la persona o desaprobar una acción concreta.

¿Reconoces algunas de estas acciones? ¿A que sí? ¿A que no pensabas que podían ser tan perjudiciales? Seguro que a partir de ahora lo piensas antes de actuar de esta forma. Al principio no es fácil, nada fácil. Pero nadie dijo que la crianza y la educación lo fuera… 😉 ¡Y nuestros hijos se merecen todos nuestros esfuerzos!

Gracias por leer hasta aquí y por compartir si te parece interesante. ¡Hasta la próxima!

Autor

Caro Musso

Una madre para la que cada día que pasa con su hija es un regalo y un aprendizaje del mundo y del alma. Autora de la novela "La joven de ojos miel". Licenciada en Psicología y apasionada de la fotografía y la lectura.

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