El otro día fui a casa de una amiga llorando para contarle que me sentía mal y comenzó a sacarme los nuevos modelitos de ropa que se había comprado. Después de ver mi cara de asombro y que lloraba más del sentimiento de soledad que me entró, me puso la tele porque decía que echaban una serie nueva estupenda, ella tan feliz y contenta diciendo que no pasaba nada… Vaya amiga tengo, ¿eh?
Pues esto no fue en realidad así, lo que pasó en verdad fue que mi hija comenzó a llorar porque se había pillado el dedo y toda la familia presente empezó a cantar, a sacarle muñequitos, a gritar que no pasaba nada, a ofrecerle comida, cada uno con un tema pero todos a la vez. Mi pobre hija lloraba cada vez más y ellos lo único que hacían era (con la mejor intención del mundo) distraerla y calmarla. Seguro que esta escena te parece mucho más normal y aceptable que la del comienzo, ¿verdad? Pues es igual en el fondo.
Aquel día, los únicos que en ese momento entendíamos que nuestra hija lo único que quería y necesitaba era llorar, éramos su padre y yo. En ese instante lo vi taaaan claro… Yo también era de las que hacían el pino puente si se presentaba con tal de calmar el llanto de un bebé o un niño. Hasta que tuve a mi hija, y comencé a empatizar, a ponerme en su lugar, a leer e informarme y me di cuenta de que lo último que necesitaba mi peque era que le cortase el llanto.
No porque le distraigas va a dejar de dolerle. El llanto es un modo de expresión, de comunicación. De hecho, para los bebés y los niños más pequeños con un lenguaje limitado y una falta de comprensión de determinados sentimientos, el llanto es la única forma que tienen de comunicarse. Por eso lo mejor es dejar que se desahogue y que le acompañes en el llanto. Esto no quiere decir que cuando tenga una rabieta cedas a sus deseos, sino que analices por qué llora tu hijo o hija, si se ha hecho daño, que le des un abrazo si te lo pide, que le escuches, que le digas «te duele», «te has hecho daño», «lloras porque te duele mucho», «es normal que llores, te has hecho mucho daño». Tampoco hay que estar preguntando «¿te duele?», «¿dónde te has hecho daño?»… Mejor cuando deje de llorar, que te lo cuente, pero en el momento del llanto lo que necesita es que tú estés ahí y que entiendas su dolor.
Igual ocurre cuando se enfadan. Cuando le retiro a Adriana un objeto que considerlo peligroso, por ejemplo, y se echa a llorar, no le riño más ni le digo que deje de llorar. Procuro ponerme en su lugar y le digo cosas como «estás enfadada, te he quitado el cuchillo por tu seguridad, pero tú no querías y ahora lloras porque te sientes mal, pero mamá lo hace para que no te hagas daño». Y estoy con ella hasta que se le pasa, o le digo que si quiere le puedo dar otro juguete u objeto a cambio. El llanto es su forma de expresar que no está de acuerdo con lo que ha ocurrido y tiene derecho a ello. Igual que un adulto tiene derecho a decir que no está de acuerdo con algo que le están haciendo, luego está que lo consiga o no, pero debe saber que puede expresar sus opiniones y sentimientos y que alguien le escucha.
Llegará un día en el que tenga los recursos suficientes para no decirlo con un llanto, y me dirá, «mamá, pues no me parece bien que no me dejes ir a este sitio» o «no me ha sentado bien que digas eso», y me alegrará que me lo diga, porque yo no quiero que mi hija agache la cabeza, acepte todo como le venga y punto, porque una sociedad tiene que formarse de personas que se expresen, que luchen por lo que consideran justo y no por personas a las que sea muy fácil callar porque les han educado a oír, ver, callar y tragar (que así nos va…).
Tus hijos son tuyos, y puedes educarlos como mejor consideres, yo sólo te cuento y comparto mis experiencias, sobre todo las que algún día alguien compartió conmigo abriéndome los ojos o las que he ido aprendiendo a base de ensayo y error y ahora nos hacen el día a día más fácil a toda la familia. ¡Gracias por leer hasta aquí y hasta la próxima pequereflexión!