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7 Comportamientos (Aparentemente Inocentes) Que Deberías Evitar Con Tus Hijos

15/06/2016
Caro Musso
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Fotografías cortesía de: Pexels, Bessi bajo licencia Creative Commons.

La mayoría de los días que voy al parque con Adriana lo paso mal. Y no es porque no me divierta con ella. Todo lo contrario. Me encanta pasar ese ratito con ella. Lo paso mal porque no hay nada como ver las situaciones desde fuera, observar desde la barrera para ver las barbaridades que cometemos con nuestros hijos con la mayor naturalidad del mundo. Simples comentarios que nos parecen inocuos o de lo más educadores y lo único que conseguimos con ellos es dañar su autoestima y su potencial interno. Si te paras un día a observar te darás cuenta de cuántos errores cometemos y lo fácil que sería evitarlos. Por su bien. Porque el poder de las palabras es real. Porque somos su referente, sus modelos, su espejo donde mirarse. Por eso mismo, somos los que más debemos medir nuestros actos y palabras ante ellos.

Hoy te voy a contar algunas de las actitudes más frecuentes que observo en los parques y que más preocupantes me parecen.

1.Te vas a caer. Repetir el «te vas a caer» hasta la saciedad (con el cuidado delante, detrás o a ambos lados) es algo que escucho mucho y que lo único que consigue es que acaben cayéndose. Imagina que vas al volante y tu copiloto (sea un progenitor, tu pareja o un amigo o amiga) no para de decirte»cuidado», «mira ese peatón», «vas muy rápido», «nos la vamos a pegar», «acelera», «estás torpe», «le vas a dar a ese coche». Al final, lo más probable es que o le mandes a callar o te ponga tan nervioso/a que acabes dándote aunque sea un pequeño golpe con una columna o con otro coche. Decirle a un niño constantemente que se va a caer es invitarle a que lo haga.

2. Ridiculizar. Hay muchas maneras para hacerlo. Ayer mismo, Adriana quería jugar con una niña que tenía un balón (tendría unos tres añitos) y a ella no le apetecía. Su padre decidió que tenía que jugar con mi hija y comenzó a ametrallarle: «No quieres jugar con Adriana porque no sabes lanzar y como no sabes lanzar por eso no quieres jugar». Esto dicho en un tono nada amable y de bastante burla. Si así quería animarla no lo consiguió, desde luego. Repetía una y otra vez «no sabes, no sabes». Yo le dije que no pasaba nada, que simplemente no le apetecía, pero él insistió. Y como yo lo estaba pasando mal con la niña, acabé convenciendo a mi peque para irnos a otro sitio, espero que así la dejara en paz. A veces hacemos estas cosas y no nos damos cuenta del daño que le hacemos a su autoestima.

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3. Dirigir. «Sube por esta escalera», «tírate por el tobogán», «ahora sube al columpio», «no, por ahí no, mejor sube a este sitio», etcétera. Estar constantemente diciéndole a un niño cómo y dónde tiene que jugar es agotador para el progenitor y para el niño o la niña. Si le llevas a jugar, déjale que juegue. Dale libertad. Ponle los límites de seguridad y confía en él o en ella. Dale libertad de movimientos y de juego. De lo contrario sólo conseguirás minar su creatividad.

4. Obligarle a hacer cosas que no le gustan. Una de las peores cosas que llevo es ver cómo los padres nos empeñamos en que los pequeñines se tiren por el tobogán. Quieran o no quieran. Pensamos que todo niño se tiene que divertir deslizándose por él sin tener en cuenta que a los más pequeños les da miedo. Un niño, tenga la edad que tenga, cuando esté preparado para tirarse y le apetezca, lo hará. Y ni siquiera necesitará ayuda. Ver a un niño de menos de un año llorando en lo alto del tobogán y el papá o la mamá diciéndole, «venga, que yo te cojo», «no tengas miedo, si no es nada», «no seas cobarde», y cosas de este tipo, me ponen muy nerviosa. Y ni te cuento si ves que acaban tirándole de cabeza. Si no se quiere tirar, ¿por qué lo obligamos? A mí no me gustaría que nadie me obligara a tirarme por el trampolín de una piscina. Si me apetece me tiro yo, y cuando me vea segura.

5. No te puedo dar esto pero te lo pongo delante. Lo de hoy ha sido muy bueno. Ver a un niño llorar desconsolado porque quería que su padre le diera la pelota que sostenía sobre su cabeza pero en alto. Mi medio pomelo, que lo conocía, le dice, «¿quieres la pelota?» El niño contesta que sí. Mira a su padre y le dice «Y tú no se la vas a dar», «no, que no es nuestra», contesta. «¿Y por qué no se la quitas de delante?» «Uy, es verdad». Es como decirles que no le compras un helado pero los plantas delante del cartel de los helados mientras tú te pides una cerveza y encima enfadarte porque te lo piden. Mejor evitar las tentaciones. Esto es más fácil de lo que parece y nos cuesta mucho verlo. ¿O a ti te gusta que te pongan delante tu comida favorita y te digan que no puedes ni tocarla? Seguro que acabas diciendo que no te la pongan en las narices, ¿verdad?

6. Obligarles a dar besos. Esto es mucho más peligroso de lo que parece a simple vista. Lo que nos parece un gesto de cortesía o educación es algo que va mucho más allá. Si no dejas que decidan a quién darle un beso, estás enseñándole a que no tienen capacidad de decisión y si mañana viene una mente depravada y le pide un beso o algo más, sentirá que está obligado a hacerlo porque es un adulto y se lo está pidiendo. Los besos que los den cuando y a quien les apetezca.

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7. Hablar por ellos. Hace dos o tres días conocimos a una familia en el parque muy amable. Los padres con un niño y una niña de tres o cuatro años. De repente, la conversación fue:

Madre: -Dile hola a la niña

Hija: –Hola

Madre: -Pregúntale ¿cómo te llamas?

Hija: -¿Cómo te llamas?

Adriana: –Adriana (con su media lengua)

Madre: –Dile «Yo me llamo Elena»

Hija: –Yo me llamo Elena

Aquí dejé de escuchar, ya sólo me daba cuenta que la madre le decía a la niña lo que tenía que decir y la pequeña repetía literalmente. No escuché ni una palabra espontánea de su boca. Me dio una pena terrible. La niña sabía hablar perfectamente pero no la dejaban. Simplemente era una marioneta. No nos damos cuenta pero es algo que hacemos constantemente. Yo lo hacía, y a veces se me escapa porque lo tenemos muy automatizado, sobre todo con el hola, adiós o gracias. Ya he encontrado una manera diferente y le digo (porque claro, también una quiere enseñar modales): ¿Te has despedido? ¿Has saludado a la niña? ¿Te apetece preguntarle su nombre? Te han dado una galleta, ¿le quieres dar las gracias? De esta forma no estoy hablando por ella, es cierto que a lo mejor la estoy dirigiendo pero procuro hacerlo sólo cuando se trata agradecimientos y saludos, por una cuestión de educación (que a mí esto me lo recalcaron mucho). Sin embargo, intento que la decisión la tome ella o que sienta que es ella quien decide.

Es muy probable que tengas uno (o varios) de estos comportamientos y ni te hayas dado cuenta. Esto es porque lo tenemos, como yo digo, de serie. Está tan automatizados, los hemos visto tanto y los hemos escuchado tanto que nos parece lo más normal y natural. Pero ahora que los conoces, que eres consciente de que son más nocivos que beneficiosos para tus criaturas, seguro que acabas controlándolos.

Si te ha parecido útil o interesante, te invito a compartirlo con quienes tengan hijos, estos peques te lo agradecerán seguro. Y yo también 😉 ¡Gracias y hasta la próxima!

Autor

Caro Musso

Una madre para la que cada día que pasa con su hija es un regalo y un aprendizaje del mundo y del alma. Autora de la novela "La joven de ojos miel". Licenciada en Psicología y apasionada de la fotografía y la lectura.

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