Últimamente es tanta la gente que me dice que Adriana ya entra al cole enseguida (los mismos que se quedan con la cara descompuesta cuando escuchan mi respuesta) que me he visto en la «necesidad» de escribirlo aquí, a ver si así no parezco tan «rara», «alternativa» o «bohemia», como he escuchado 😉
Lo peor no es que te digan estas cosas, que incluso algunos te las dicen desde el cariño y no me molesta, lo peor es cuando te miran como si estuvieran viendo a Satanás y te dicen que «eso no es así, ¡los niños tienen que ir al cole!».
Antes de continuar, aclaro que aunque hablo en singular, es una decisión conjunta de ambos progenitores 😉 Que esto es al 50%, eh? 😉
El colegio no es obligatorio hasta los seis años
Ya lo conté en su momento, el colegio, en este país, es obligatorio a partir de los seis años, antes es una opción. Una opción tan válida como otra, y tan respetable y necesaria. Pues hay padres que no pueden elegir, que es su única posibilidad. Perfecto. Pero es que resulta, que por diversas razones de la vida, para mí, ahora mismo es una opción (y que prefiero no escoger).
¿Por qué para mí no es una opción?
Lo primero de todo es que Adriana aún no ha cumplido los dos años, le falta una semana. Para mí todavía es mi bebé, y que me estén diciendo casi a diario que ya le va tocando ir al cole me pone algo «nerviosita». No, no le va tocando. Queda un año, así que aún falta muuuuucho (que sí, que sí, para nosotros adultos eso está a la vuelta de la esquina pero para ella es la mitad de su vida). Y luego, lo de que va tocando porque sí, pues tampoco. Sí que es lo habitual, lo tradicional, lo que se espera… lo cual no significa que sea la única posibilidad.
Hoy por hoy (no sé de aquí a un año) trabajo desde casa para poder disfrutar de mi hija y para que ella tenga toda la atención que requiere y todas sus necesidades cubiertas, sí la atención es otra necesidad de un niño por más que a veces nos neguemos a dársela 😉 Sí que es una suerte, aunque es una suerte buscada, pues es a costa de renunciar a otros privilegios y además me cuesta determinados sacrificios. Por supuesto que es algo que he elegido, pero no es sólo una suerte. Es fruto de esfuerzo y dedicación extra.
Me parece perfecto que otros padres y madres decidan llevarlos o no tengan más remedio y lo hagan. Es tan respetable como el que yo prefiera que Adriana no vaya.
No quiero ofrecerle un aula, quiero ofrecerle el mundo
Por mucho que un maestro se esfuerce, nunca podrá darle la atención a un alumno que se le puede prestar en su casa. Es bien simple, es una cuestión numérica. En mi casa tengo una niña, en el cole la maestra o maestro tienen alrededor de veinte. Ya pueden hacer el pino puente que no me salen las cuentas.
Otro aspecto es que el aula es un lugar demasiado limitado. Por mucha tecnología, por muchos cuadernos adaptados a su edad o trabajos por proyectos que se hagan, no es la calle, no es la ciudad… Prefiero que mi hija amase pan, aprenda a cocinar conmigo, vaya al mercado, a la biblioteca donde tiene a su disposición más libros de los que abarca su vista, que vaya al parque cada día, que vaya a museos, que podamos ir un martes al campo o a la playa, que juegue libremente a lo que le apetezca en cada momento y que lleve su propio ritmo de aprendizaje en función de su desarrollo personal.
¿No quiero llevarla nunca al cole?
No, no se trata de eso, no quiero llevarla con tres años, tal vez tampoco con cuatro, y ya no sé si con cinco. Entiendo que cuando cumpla seis años es el momento de que comience otro tipo de aprendizaje, hasta ese momento prefiero que juegue y que tenga otras experiencias vitales.
¿No quiero llevarla a ningún cole?
Pues tampoco. No quiero tener a mi hija «cautiva» en casa. Tampoco se trata de eso. La llevaría a un cole que ofreciera lo siguiente (¡si conocéis alguno público me lo decís que hasta me cambio de ciudad! 😉 ):
- que el juego libre y espontáneo prime por encima de un aprendizaje marcado por una programación didáctica.
- que el ambiente esté completamente preparado para el juego libre y no dirigido.
- que el tiempo de aire libre sea tan (o más) importante que el tiempo dentro del aula.
- que el espacio al aire libre sea un lugar agradable, no una vacía pista de cemento, sino que sea un lugar más parecido a un jardín que al patio de una cárcel (uf, es que así recuerdo el de mi cole 🙁 ). Que haya arena para jugar, un huerto en el que trabajar y ver crecer las hortalizas, árboles que trepar, columpios, toboganes, sitios para trepar o escalar, opciones para jugar con agua, colchonetas para saltar, cabañas donde jugar a esconderse… Parece un paraíso, ¿verdad?
- que se respete el ritmo de aprendizaje de cada niño, sin imponer fichas, ni otros trabajos para los que a lo mejor no están preparados.
- que pueda llevar pañal con tres años si aún lo necesita y que si se hace pipí encima no tenga que ir corriendo a cambiarla (porque no hay un apoyo para realizar tareas de este tipo).
- un lugar en el que se siga al niño, no que el niño siga a la clase o su maestro/a.
- un lugar en el que poder ser un niño, con todo lo que eso implica, no un alumno.
Existen lugares así, son las opciones alternativas de las que te voy a hablar a continuación.
Opciones alternativas
Existen centros educativos «alternativos» que ofrecen aquello que creo que es mejor para esta edad. Y no cierro las puertas. De hecho, mañana mismo comenzamos a ir a un espacio de este tipo una vez a la semana. No es una guarde, es algo bien distinto, en cuanto a atención, juego libre, espacio preparado, trato respetuoso… Ya os contaré que tal nos va (y digo nos va porque durante un tiempo yo estoy acompañándola, hasta que se adapte, sea un mes o cinco), pero estoy segura de que será una experiencia muy nutritiva 😉 Para el año que viene le tenemos echado el ojo a otro sitio, con muuuuucha naturaleza, lo que pasa es que son sitios de pago y sólo te puedes permitir un día a la semana.
Aquí aprovecho para hacer otra reflexión (sé que me voy a ganar más de una colleja y muy probablemente perderé a algún lector) pero es que no entiendo por qué hay coles religiosos que se subvencionan con dinero público y otros espacios que promueven otras pedagogías alternativas como Montessori, Waldorf, etcétera, no puedan ser subvencionados. A ver, que no tengo nada en contra de la religión, pero considero que es algo que se debe educar en cada casa, que el cole está para aprender otro tipo de cosas. Que además de las casas donde recibir la educación religiosa que cada uno prefiera, están los templos religiosos, donde se dan catequesis, misas y demás.
En países punteros en educación, siguen este tipo de pedagogías en la educación pública, si miramos a Europa para tantas cosas… ¿por qué no miramos para lo realmente importante?